Originaria de las áridas y rocosas tierras de Sudáfrica, la flor conocida como margarita africana o Arctotis es una planta perenne notable por su resistencia. Aunque en su entorno nativo su follaje se mantiene durante todo el año, en otras latitudes se cultiva anualmente. Su capacidad para prosperar en suelos secos y su atractivo ornamental la hacen perfecta para embellecer espacios con tierra árida, áreas cercanas al mar, así como parterres, macetas y jardines modestos.
\nPara cultivar con éxito la margarita africana, la preparación del sustrato es un paso fundamental. Se aconseja labrar la tierra e incorporar algo de arena, lo que simula las condiciones de su hábitat natural. Esta técnica no solo contribuye a un calentamiento más rápido del suelo, sino que también mejora su ligereza y drenaje. Al emplear un sustrato ligero enriquecido con arena gruesa y turba, se asegura un excelente drenaje, permitiendo que la planta desarrolle raíces fuertes capaces de soportar condiciones adversas, como periodos de sequía.
\nLa propagación a partir de semillas es un método viable, utilizando un semillero lo suficientemente espacioso para evitar daños a las plántulas durante el trasplante. Las semillas deben ser enterradas lejos de la luz directa, preferiblemente a mediados de la primavera, manteniendo una temperatura constante entre 20º y 22º Celsius y una humedad ligera en el sustrato. Con los cuidados adecuados, la germinación se produce aproximadamente en 20 días. Al trasplantar, es crucial dejar una separación de al menos 30 centímetros entre cada planta, esperando a que las temperaturas se estabilicen antes de moverlas al jardín o maceta. Cuando las plantas alcancen unos 10 centímetros de altura, la poda inicial es beneficiosa para fomentar un desarrollo más vigoroso y una mayor densidad del follaje.
\nEn cuanto a los cuidados, la margarita africana prefiere un suelo más bien seco y no tolera el exceso de humedad, lo que concuerda con su origen en terrenos áridos, con pH neutro o ácido, y de fertilidad variable. Sobrelleva temperaturas de hasta -7º centígrados, y si se cultiva en maceta, es prudente resguardarla del frío intenso o protegerla con una capa de hojas secas en el jardín. La exposición solar directa es vital, ya que favorece una floración abundante y vibrante. Es importante también protegerlas de vientos gélidos. El riego debe ser moderado, no más de dos veces por semana, a menos que las temperaturas sean muy elevadas, asegurándose de que el sustrato se mantenga apenas húmedo. La aplicación quincenal de fertilizante para plantas con flores es recomendada para potenciar su floración. La poda de las flores marchitas es esencial para estimular el crecimiento de nuevas flores, y la poda general se aconseja antes del invierno o una vez que las temperaturas bajas hayan pasado.
\nMorfológicamente, la margarita africana puede alcanzar una altura de hasta 60 centímetros. Sus tallos son erectos y, al igual que sus hojas, poseen una textura suave. La planta se expande lateralmente, formando una cobertura floral que puede abarcar hasta 2 metros cuadrados. Sus flores son de tamaño considerable y muy vistosas, comúnmente con pétalos de un amarillo pálido que se tornan rojizos en el envés y un centro oscuro. No obstante, las variedades híbridas exhiben una amplia gama de colores. El follaje se caracteriza por un tono grisáceo y una suave pubescencia en la parte inferior de las hojas.
La maca, conocida científicamente como Lepidium meyenii, es una planta originaria de las elevadas mesetas andinas de Perú. Esta especie, perteneciente a la familia de las crucíferas, se distingue por su naturaleza perenne. Su morfología se asemeja a la de un tubérculo, similar en forma a un rábano o una zanahoria, con una altura que puede alcanzar los 5 a 7 centímetros. La diversidad de colores de la maca, que incluye tonalidades como el amarillo claro, marrón, negro y morado, no altera sus intrínsecas propiedades beneficiosas.
La singularidad de la maca radica en su capacidad de prosperar en condiciones climáticas extremas, específicamente entre los 3800 y 4800 metros sobre el nivel del mar, a ras del suelo. Es la única planta comestible que se desarrolla a estas altitudes, en un entorno inhóspito con escaso oxígeno y desafíos naturales considerables. Esta adaptabilidad extrema le confiere una resistencia excepcional, equiparable a la de otras especies vegetales de gran fortaleza.
El cultivo de la maca es un proceso intrincado que exige condiciones muy específicas, restringiendo su producción principalmente a la región de la Puna peruana, en los Andes. El período ideal para su siembra se extiende de septiembre a diciembre. Para asegurar la calidad óptima de la maca, se siguen prácticas agrícolas ancestrales. Dado que esta planta absorbe los limitados nutrientes del suelo a estas altitudes, es fundamental permitir que la tierra descanse durante un año después de cada cosecha para su recuperación. Además, se desaconseja el uso de pesticidas o herbicidas, promoviendo un cultivo orgánico y sostenible que preserva las propiedades naturales de la maca.
La maca ha sido valorada como una hierba medicinal por las civilizaciones aborígenes andinas desde tiempos inmemoriales. Las raíces y hojas de la planta son las principales fuentes de sus principios activos y compuestos bioactivos, responsables de sus múltiples beneficios para la salud. Entre las propiedades más destacadas de la maca se encuentran sus efectos afrodisíacos, estimulantes y tónicos. Además, se le atribuyen cualidades tiroestimulantes y antioxidantes. Estas características han consolidado a la maca como un recurso natural invaluable, un verdadero tesoro medicinal que ha perdurado a lo largo de los siglos en la tradición andina.
La Hakea Laurina, una especie vegetal asombrosa conocida también como Kodjet o Arbusto Emú, es nativa del suroeste australiano y goza de gran aprecio por su singular belleza. Este arbusto, capaz de alcanzar hasta seis metros de altura, es célebre por sus flores que evocan la forma de un alfiletero, las cuales no solo son visualmente atractivas con sus intensos tonos, sino que también emiten una fragancia deliciosa. Su cultivo y mantenimiento son relativamente sencillos, mostrando una notable adaptabilidad a diversas condiciones ambientales.
Esta planta se distingue por su estructura erguida, que puede variar entre 2.5 y 6 metros de altura. Su hábitat natural abarca principalmente las planicies arenosas, aunque también se le puede encontrar en suelos arcilloso-arenosos, predominando en las regiones del sur de Australia. La floración de la Hakea Laurina es un espectáculo: inicialmente, sus flores emergen con tonalidades pálidas o cremosas, ocultas entre las hojas y protegidas por brácteas escamosas. Al abrirse, revelan un centro globular de color rosa profundo a rojo, con estilos pálidos que sobresalen, dándoles su característica apariencia de alfiletero.
Además de su estética, las flores de Hakea Laurina son una fuente de néctar y desprenden un aroma sutil pero cautivador. Su periodo de floración se extiende de abril a agosto. Las hojas de esta especie son simples, de un verde azulado tenue, planas y con bordes enteros. Poseen una forma ovalada o lanceolada, terminando en una punta afilada. El follaje es denso, con ramas verticales alternas que le confieren una silueta pendular. Sus frutos son ovoides, ligeramente puntiagudos en un extremo y con una superficie lisa en la zona de la válvula.
La propagación de esta notable planta se realiza mediante semillas, y una de sus grandes ventajas es su capacidad de aclimatación a distintas clases de suelo. Demuestra una sorprendente resistencia a las bajas temperaturas, tolerando heladas de hasta -5 °C. Para un crecimiento óptimo, la Hakea Laurina requiere exposición directa al sol o una sombra parcial ligera. Es fundamental asegurar un buen drenaje en el suelo, incorporando arena gruesa y materia orgánica. A pesar de su resistencia a la sequía, lo que implica un riego moderado (esperando que el sustrato se seque entre riegos), las plantas jóvenes necesitan un suministro de agua ligeramente mayor que las adultas.
En la temporada de otoño, se recomienda enriquecer el suelo con compost bien descompuesto. La Hakea Laurina también tolera bien la poda, que idealmente debe realizarse después de la fase de floración. El principal riesgo para la salud de esta planta radica en el exceso de humedad, por lo que es crucial evitar el encharcamiento para prevenir problemas. Con los cuidados adecuados, este arbusto australiano puede prosperar, aportando belleza y un toque exótico a cualquier entorno.